La música antillana empezo a llegar a Colombia en los años 30 del pasado siglo XX y de inmediato conquistó una gran cantidad de seguidores dentro de una población ávida de cosas nuevas.
La salsa llegó a Colombia como suelen llegar los grandes espectáculos; por medio de la industria discográfica, la radiodifusión y los conciertos en vivo. No fue una llegada anónima ni silenciosa; estuvo, por el contrario, cargada de la efervescencia natural que desperto Richie Ray, el único músico salsero capaz de gustarle a todo tipo de público por igual. A los pobres, a los ricos y a los flacos. El único músico que por su calidad y su altísima formación académica podía penetrar en los barrios populares y en los lujosos sectores de la alta sociedad.
Con Richie Ray comienza para la salsa en Colombia una nueva etapa que va a ser liderada por el monopolio Fania y que se va a asociar cono todo lo que sucede en Nueva York. Con Richie comienza la verdadera historia de la salsa en nuestro país, pues hasta entonces lo que se escuchaba era el sonido proveniente de Cuba y las Antillas, que conforma el antecedente directo de esta expresión. Hasta 1969 la música del Caribe aún no adquiría su carácter de género urbano, y en Colombia se escuchaba como una serie de ritmos folclóricos alegres y sabrosones.
En 1969 en Nueva York, Los Corraleros del Majagual de Colombia alternaron en un concierto con el conjunto de Johnny Pacheco, el flautista dominicano tan popular entre la colonia latina de la ciudad. Los Corraleros tocaron sus cumbias. Pacheco interpretó sus pachangas. Julio Ernestro Estrada, el timbalero del conjunto que había viajado a Manhattan patrociando por los hermanos Pedro y José maría Fuentes, quedó impresionado con esa música. Nunca pensó que se pudiera tocar de esa manera. La visión no se separaría de su mente hasta el regreso a Colombia.
Lo primero que hizo Julio Estrada en Discos Fuentes fue proponer la idea de montar un grupo de salsa neoyorquina. La idea, a pesar de ser descabellada para un tipo de personas que conocían muy poco acerca del movimiento salsero, tuvo eco en José María Fuentes quien lo aprobó viendo las posibilidades de Estrada, a pesar de su corta edad y se iniciaron los trabajos de la producción. El disco experimental que fue producto de la idea se llamó "TESURA"; la carátula mostraba a Julio Estrada con una chaqueta brillante y un revólver colgando del cuello. Los créditos anunciaban el nombre artístico del nuevo intérprete, tomado de su parecido con la muñeca que promocionaba una famosa salsa de tomate: Julio Ernestro Estrada, Fruko y se incluía una selección de temas con algunos números famosos como La esencia del guaguancó, de Pacheco. Tesura no tuvo mayor éxito entre el público. Su limitada reproducción, 200 copias, y la presencia de un sonido desconocido hicieron que el disco quedara en el anonimato. Habia tenido mayor acogida un temita salsero que grabara antes con Los Corraleros, la descarga Mondongo, donde Fruko en el timbal y Lisandro Meza en el acordeón, hicieron llamativos solos.
A pesar del fracaso se realizó el segundo disco, títulado A la memoria del muerto. Su grabación la realizaron por pistas tres personas: El cantante vallecaucano Edulfamit Molina Díaz, más conocido como Piper Pimienta; el trompetista paisa Jorge Gaviria, quien se encargó de la sección de vientos y Fruko que grabó el piano, el bajo y la sección de ritmo. En este destaca el tema del mismo nombre del album: A la memoria del muerto, cantado por Piper Pimienta.
Fue entonces cuando llegó un nuevo cantante a Fuentes, Wilson Manyoma, un mulato caleño de origen muy humilde que poseía una voz fuerte, agresiva y cubana, todo lo que Fruko requería para vincular a su grupito. Grabó el siguiente disco. En él se incluía un tema del que aún se discute su paternidad y se que cantaba el recién llegado. La canción hablaba de un triste destino, de una condena, de la soledad, de la muerte y de la cárcel. Se titulaba El preso. A comienzos de 1976 Fruko y sus tesos se fueron de gira a los Estados Unidos. En el Madison Square Garden de Nueva York se presentaron alternando con Andy Harlow, el conjunto Candela, los Kimbos y Rafael Cortijo, anticipándose con esta presentación a cualquier otra agrupación suramericana. Los Tesos los conformaban entonces Jorge Gaviria y Carlos Escobar en las trompetas, Gustavo García y Gilberto Hernández en los trombones, Hernán Gutiérrez en el piano, Fernando Villegas en las congas, Jesús Villegas en el bongó, Rafael Benites en los timbales, Fruko en el bajo y los cantantes Wilson Manyoma y Joe Arroyo.
La salsa había llegado con toda su plenitud y a mediados de los setentas, incentivados por películas como "Nuestra cosa latina" o "Salsa", los sitios especializados florecieron en Barranquilla apoyados por los picós (sistemas de sonido armados con amplificadores y grandes bafles) y en Cali en forma de aguelulos (fiestas juveniles donde se tomaba una bebida natural llamada agua de lulo). Y también estaban los músicos, que en el caso de Joe Arroyo, cobraron gran popularidad.
Igual a él, otros músicos en Venezuela y Puerto Rico, abrían el horizonte del famoso barrio latino, para decir en otras palabras y otros sonidos, que la salsa ya no era patrimonio del East Bronx sino de todo el continente. Con la formación de la orquesta La Verdad, Arroyo se convirtió en el nuevo líder de la expresión, imponiendo temas que recordaban el folclor de la Costa Atlántica. Su seguidilla de éxitos comenzó con Tumbatecho y continuo con Abandonaron el campo, Rebelión, Yamulemau, A mi Dios todo le debo y La guerra de los callados, con los cuales conquistó la mayoría de los Congos de Oro en el Carnaval de Barranquilla.
Una de las manifestaciones musicales producto de la década de los ochenta y de gran acogida entre el público guapachoso es sin ninguna duda el joesón. Es un trabajo de investigación a gran escala basado en diferentes ritmos, tomando material de otras obras y fusionando una música de color caribeño que la gente reconoce, quiere y baila sin parar. Es un ritmo endiablado que acelera el corazón.
La gracia está en hacer una combinación propia de los ingredientes conocidos, una pizca de soca, algo de chandé, mezcla de ritmos caribeños, lo nuevo que llega del Africa, la fuerza de la cumbia, salsa al gusto, lo definible e indefinible que da lugar al joesón.
Su forma de hacer salsa es diferente, es muy costeña. Toma la tradición y la combina con el nuevo sonido, respondiendo así al espíritu que motiva todo trabajo musical en la Costa Atlántica.
De alguna manera así lo hizo, aunque esporádicamente, Michi Sarmiento, el brillante músico cartagenero que alcanzó a grabar cinco discos. Y así también lo ha hecho Pete Vicentini, antiguo director del Afrocombo y ganador del Congo de Oro en los carnavales de Barranquilla del 72, cuando cantaba Jackie Carazo, apodado El Caballo.
La salsa de la Costa Atlántica fue diferente a varios estilos, como el de los pioneros integrantes de Julian y su Combo, o al de los atrevidos participantes de la Colombia All Stars.
Y si no se parece a estos casos, menos aún se puede parecer la salsa hecha en Cali, donde un grupo de chocoanos fundado en Bogotá se convirtió en su orquesta más representativa.
Varela, en el lapso de una década logra profesionalizar al máximo su Grupo Niche, llamando para que lo integren a músicos de la talla del venezolano César Monge y del puertorriqueño Tito Gómez. El excelente uso que le da al estudio de grabación y su énfasis en la perfección no se pueden desconocer.
Alexis Lozano, por su parte, fundó el grupo Guayacán y con el paso del tiempo demostró que la idea anterior no era desatinada. Continuo la senda insinuada en los primeros discos de Niche y recibio total respaldo, especialmente del público negro del pacífico.
Existen otros géneros heredados de la cultura negroide con sabor afrocaribeño y que con el paso del tiempo se han ido adaptando a nuestro medio, a nuestros instrumentos, a nuestras costumbres y a nuestras vivencias.
Prueba de ello es el son colombiano, una mezcla del ingenio chocoano, su instrumentación e influencias foráneas compatibles, con cultores de mucha categoría y con un gran futuro.
Es el caso de Alexis Murillo y Los Nemus del Pacífico. Alexis nació en Quibdó (Chocó) y es un compositor fecundo desde su infancia además de vocalista muy singular, que canta sin patrones, sin rima, pero con una gran calidad, sobre su tierra, su gente, su cultura. Su principal éxito es el tema Lindas y Bellas.
Está catalogado como el grupo musical que más caracteriza el son montuno, pero en realidad siendo más nuestro, más realista, más práctico, más colombiano.
El barranquillero Alberto Barros, director de Los Titanes. En 1980, el maestro Fruko decide vincularlo a su orquesta y a la vez hace que Alberto realice sus primeras grabaciones con The Latin Brother´s, Los Líderes y Joe Arroyo, entre otros. Luego de varios años con la orquesta de Fruko y sus tesos y de varias giras por Estados Unidos, Canadá, Ecuador y perú, decide formar su propio grupo al que llama Los Titanes (1982).
Alterno a sus compromisos con la agrupación recién fundada, Alberto se vinculó como trombonista y arreglista en las orquestas de mayor renombre internacional donde adquiere los conocimientos esenciales para el desempeño de su profesión. Fruto de este roce con grupos nacionales y extranjeros.
Como arreglista, compositor y productor ha encontrado una identidad armónica definitiva que lo ubica en el pedestal del triunfo.
En Cali, La Misma Gente también logra buenos números con un estilo peculiar sin copias y sin esquemas repetitivos.
La salsa en Colombia ha tenido dos momentos de enorme apogeo y que se han ubicado como moda. Uno a mediados de los años setentas, provocada por el impacto que suscitó el movimiento musical de los latinos en Nueva York, y otro a mediados de los años ochentas, con la explosión de la salsa-balada. Pero también ha pasado por épocas de baja producción y que se debieron al éxito momentáneo de géneros como la música disco, el vallenato y el rock en español.
El pianista barranquillero Samuel Del Real, el saxofonista de Sincelejo Justo Almario y muchos más, emigraron a otros países en busca de oportunidades, como ya lo habían hecho René Grand, Hernando Becerra, Jorge Fadul, Joe Madrid, Eddie Martínez y Eduardo Maya. Algunos las consiguieron pero debido a su extraordinaria calidad.
Del Real es considerado como uno de los grandes pianistas en Venezuela; Almario tiene tanto prestigio como el Gato Barbieri; Grand fundó un excelente combo para interpretar pachangas y mambos; Fadul tocó con Charlie Palmieri, Madrid lo hizo con Tito Puente, Mongo Santamaría y Angel Canales; Maya se radicó varios años en Aruba y consiguió hacerse de algún prestigio; y Martínez no solo ha contribuido al desarrollo de la salsa y el latin jazz en Estados Unidos, sino también en Europa.
Eddie Martínez es pastuso. Se fue en los años sesentas para Aruba y de allí pasó a Miami, New Orleans y finalmente Nueva York. Tocaba una tarde en el Central Park para el Mayor Lindsay que se postulaba para alcalde de la ciudad, cuando lo descubrió Ray Barretto; sin dudarlo le ofreció trabajo en su orquesta. Con Barretto tocó el piano, hizo arreglos y compuso temas muy famosos como ese bello número 1lamado Rareza en guajira.
Junto al gigantesco conguero realizó The Other Road, un disco de latin jazz. Con Mongo Santamaría, la versión original de Sofrito. Al lado de Gato Barbieri, la banda sonora de la película El último tango en París. Con Lou Pérez, Nuestra herencia. Con Willie Colón, Baquiné de angelitos negros. Con Tito Puente, arreglos para Homenaje a Benny Moré, disco que ganó el premio Grammy en 1979. Fue acompañante de Ron Carter e impulsador del grupo alemán Conexión Latina.
El director de Irazú era Raúl Gutiérrez, uno de los tantos latinos que trabajaban en Europa los ritmos caribeños. A menudo se había encontrado con colegas motivados por el mismo espíritu e idéntica intención. Uno de ellos era colombiano también, Gerald Izerald, un bogotano que estaba al frente de la orquesta Panamericana en Alemania, lo cual ya era normal pues el pianista de Irazú también era bogotano, Hector Matignon, que había alcanzado a grabar con Conexión Latina.
En Alemania también se encontraban, Francisco Zumaqué, que llegó allá por causa de una decisión política que lo convirtió en Agregado Cultural; y Jorge Guarín, el pianista que reemplazó a Tomate en el teclado de Fruko y sus Tesos. Ambos iniciarón una labor de difusión de la música colombiana y de la salsa por todo el continente europeo. Al cabo de un tiempo, ya eran reconocidos en Londrés y París, y por supuesto en las ciudades alemanas.
Salsa a la colombiana
Joe Madrid por su parte, más próximo a a la salsa neoyorquina, organizó y lidero la Colombia All Stars, que aúnque duró poco, dejó su huella em programas de televisión junto a algunas producciones discográficas. Se destacó así mismo como pianista y arreglista de Ray Barretto en varios de sus discos. Tanto Joe Arroyo como Joe Madrid, al lado de Francisco Zumaqué, (en menor grados que los anteriores) quien ha hecho arreglos para Eddie Palmieri, han representado dignamente la salsa hecha en Colombia, en una de sus vertientes, producida desde nuestro litoral caribe, o desde Nueva York.
Si Panamá y el canal separan territorialmente la costa Caribe de la costa Pacífica, la salsa las une musicalmente; unión antecedida por la afluencia de los ritmos afrocubanos y la clave que llegaron a lo largo del siglo XX hasta ambos litorales, donde permanecen aún hoy en memoria de los mayores. Gracias a esa presencia visible, la costa Pacífica ha jugado también un papel fundamental en la producción de una salsa a la colombiana. En el Chocó, Los Nemús del Pacífico, liderados por Alexis Murillo, produjeron hace veinte años su mejor larga duración. Inclinados por el son montuno, dejaron en ese LP un grato testimonio que recoge la herencia folclórica del litoral y los ritmos afrocubanos interpretados con el color y el sabor del Pacífico colombiano. Si Jairo Varela y Alexis Lozano dieron el primer paso adelante en la creación de lo que el maestro Alejandro Ulloa llama "la salsa Pacífico", Alexis Murillo y Los Nemus continuaron el camino. Otro tanto podemos decir de Richie Valdez y Hansel camacho, que unidos a los anteriores o de manera independiente, han aportado lo suyo con diferentes estilos. Pero antes que ellos, está la luz irradiada por Alfonso Córdoba "el Brujo", genuino cantautor chocoano y pionero como compositor de dos canciones ya clásicas en la salsa colombiana: Nostalgia africana y Son cepillao con minué, ambas interpretadas por la Orquesta Guayacán de Alexis Lozano y vocalizadas por Richie Valdez.
En Bogotá, algo de la buena salsa se ha consolidado con producción propia a través de La 33, La Conmoción, Orquesta Kimbawe, Yorubá Orquesta, La Real Charanga, Calambuco, Calle Maestra, Ensamble Mayoral, César Mora y su orquesta María Canela y el Sexteto Latino Moderno.
En Medellín, además de Fruko y sus Tesos, uno de los primeros en Colombia con su salsa "tropical" de los 70´s, encontramos a l Sexteto María Cervantes, La Sonora Ocho y el Grupo Galé.
En Cali, donde la salsa sigue vigente como una cultura y no como una moda, coexisten las agrupaciones que interpretan la salsa-balada y el estilo Arembí con las que tocan salsa brava. Entre las primeras, La Orquesta La Fuga, La Suprema Corte dirigida por Andrés Viáfara, que optó por el sonido de una salsa-balada a la colombiana, aunque introduce una que otra composición de salsa brava, generalmente desapercibida para la radio convencional y sus oyentes.
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Del Real es considerado como uno de los grandes pianistas en Venezuela; Almario tiene tanto prestigio como el Gato Barbieri; Grand fundó un excelente combo para interpretar pachangas y mambos; Fadul tocó con Charlie Palmieri, Madrid lo hizo con Tito Puente, Mongo Santamaría y Angel Canales; Maya se radicó varios años en Aruba y consiguió hacerse de algún prestigio; y Martínez no solo ha contribuido al desarrollo de la salsa y el latin jazz en Estados Unidos, sino también en Europa.
Eddie Martínez es pastuso. Se fue en los años sesentas para Aruba y de allí pasó a Miami, New Orleans y finalmente Nueva York. Tocaba una tarde en el Central Park para el Mayor Lindsay que se postulaba para alcalde de la ciudad, cuando lo descubrió Ray Barretto; sin dudarlo le ofreció trabajo en su orquesta. Con Barretto tocó el piano, hizo arreglos y compuso temas muy famosos como ese bello número 1lamado Rareza en guajira.
Junto al gigantesco conguero realizó The Other Road, un disco de latin jazz. Con Mongo Santamaría, la versión original de Sofrito. Al lado de Gato Barbieri, la banda sonora de la película El último tango en París. Con Lou Pérez, Nuestra herencia. Con Willie Colón, Baquiné de angelitos negros. Con Tito Puente, arreglos para Homenaje a Benny Moré, disco que ganó el premio Grammy en 1979. Fue acompañante de Ron Carter e impulsador del grupo alemán Conexión Latina.
El director de Irazú era Raúl Gutiérrez, uno de los tantos latinos que trabajaban en Europa los ritmos caribeños. A menudo se había encontrado con colegas motivados por el mismo espíritu e idéntica intención. Uno de ellos era colombiano también, Gerald Izerald, un bogotano que estaba al frente de la orquesta Panamericana en Alemania, lo cual ya era normal pues el pianista de Irazú también era bogotano, Hector Matignon, que había alcanzado a grabar con Conexión Latina.
En Alemania también se encontraban, Francisco Zumaqué, que llegó allá por causa de una decisión política que lo convirtió en Agregado Cultural; y Jorge Guarín, el pianista que reemplazó a Tomate en el teclado de Fruko y sus Tesos. Ambos iniciarón una labor de difusión de la música colombiana y de la salsa por todo el continente europeo. Al cabo de un tiempo, ya eran reconocidos en Londrés y París, y por supuesto en las ciudades alemanas.
Salsa a la colombiana
Joe Madrid por su parte, más próximo a a la salsa neoyorquina, organizó y lidero la Colombia All Stars, que aúnque duró poco, dejó su huella em programas de televisión junto a algunas producciones discográficas. Se destacó así mismo como pianista y arreglista de Ray Barretto en varios de sus discos. Tanto Joe Arroyo como Joe Madrid, al lado de Francisco Zumaqué, (en menor grados que los anteriores) quien ha hecho arreglos para Eddie Palmieri, han representado dignamente la salsa hecha en Colombia, en una de sus vertientes, producida desde nuestro litoral caribe, o desde Nueva York.
Si Panamá y el canal separan territorialmente la costa Caribe de la costa Pacífica, la salsa las une musicalmente; unión antecedida por la afluencia de los ritmos afrocubanos y la clave que llegaron a lo largo del siglo XX hasta ambos litorales, donde permanecen aún hoy en memoria de los mayores. Gracias a esa presencia visible, la costa Pacífica ha jugado también un papel fundamental en la producción de una salsa a la colombiana. En el Chocó, Los Nemús del Pacífico, liderados por Alexis Murillo, produjeron hace veinte años su mejor larga duración. Inclinados por el son montuno, dejaron en ese LP un grato testimonio que recoge la herencia folclórica del litoral y los ritmos afrocubanos interpretados con el color y el sabor del Pacífico colombiano. Si Jairo Varela y Alexis Lozano dieron el primer paso adelante en la creación de lo que el maestro Alejandro Ulloa llama "la salsa Pacífico", Alexis Murillo y Los Nemus continuaron el camino. Otro tanto podemos decir de Richie Valdez y Hansel camacho, que unidos a los anteriores o de manera independiente, han aportado lo suyo con diferentes estilos. Pero antes que ellos, está la luz irradiada por Alfonso Córdoba "el Brujo", genuino cantautor chocoano y pionero como compositor de dos canciones ya clásicas en la salsa colombiana: Nostalgia africana y Son cepillao con minué, ambas interpretadas por la Orquesta Guayacán de Alexis Lozano y vocalizadas por Richie Valdez.
En Bogotá, algo de la buena salsa se ha consolidado con producción propia a través de La 33, La Conmoción, Orquesta Kimbawe, Yorubá Orquesta, La Real Charanga, Calambuco, Calle Maestra, Ensamble Mayoral, César Mora y su orquesta María Canela y el Sexteto Latino Moderno.
En Medellín, además de Fruko y sus Tesos, uno de los primeros en Colombia con su salsa "tropical" de los 70´s, encontramos a l Sexteto María Cervantes, La Sonora Ocho y el Grupo Galé.
En Cali, donde la salsa sigue vigente como una cultura y no como una moda, coexisten las agrupaciones que interpretan la salsa-balada y el estilo Arembí con las que tocan salsa brava. Entre las primeras, La Orquesta La Fuga, La Suprema Corte dirigida por Andrés Viáfara, que optó por el sonido de una salsa-balada a la colombiana, aunque introduce una que otra composición de salsa brava, generalmente desapercibida para la radio convencional y sus oyentes.
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Fuentes:
Arteaga, José. La Salsa, Intermedio Editores, Bogotá, 1990.
_____________ MUSICA TROPICAL Y SALSA EN COLOMBIA. El son colombiano. Alvaro Antonio Arango. Editorial Ediciones Fuentes, Medellín, 1992.
Ulloa, Sanmiguel Alejandro. La salsa en discusión. Segunda edición, Programa Editorial Universidad del Valle. Cali, 2009.